¡¡Hola amigos!! ¿Cómo estan? Hoy les traemos nueva entrada en nuestro blog, esperamos que les sirva de un poco de ayuda.
Empezamos...
Cuando son pequeños, nuestros hijos no tienen noción del tiempo y desconocen todo lo que no sea "aquí y ahora". La paciencia se aprende, y nosotros debemos enseñarles, en primer lugar, con el ejemplo.
Tic, tac, tic, tac, tic... ¡¡Mamáaaaaa!! Apenas han pasado dos minutos desde que le dimos a nuestro retoño la consigna “espera un momentito, amor”, pero sea lo que sea lo que pretendamos hacer en ese tiempo (conducir, caminar hasta algún sitio, hacer cola en el teatro o terminar de preparar una tortilla para la cena), parece que la impaciencia de nuestro hijo se impone en cualquier situación y acabamos perdiendo los nervios todos (el peque y nosotros). ¿Cuándo aprenderá a esperar, aunque sea un poquito?
La impaciencia de los pequeños se debe a la suma de varias condiciones que tienen mucho que ver con su corta edad. Por un lado, el hecho de que todavía no tengan desarrollada la noción del tiempo es determinante, ya que les resulta muy difícil distinguir entre hoy y mañana, ahora y luego, o simplemente calibrar lo que son cinco minutos. Para ellos, la experiencia del tiempo es como un presente continuo, por lo que todo aquello que no está pasando “aquí y ahora” es como si no fuera a pasar nunca o se ubicase en un momento demasiado indeterminado como para poder quedarse tan pancho esperando. Así que cuando uno le dice a su pequeño “dentro de un ratito nos toca a nosotros” lo que nuestro hijo entiende es “ahora mismo no nos toca y vaya usted a saber cuándo será”.
¿El resultado? Por lo general, respuestas no demasiado adecuadas como pataletas, llantos o exigencias que acaban con la paciencia, sí, pero esta vez la de los papás. ¿Y qué se hace? Lo cierto es que no podemos pedir “milagros”, porque los primeros que tenemos que hacer uso de la capacidad de espera somos, precisamente, los adultos: comprender que los niños van aprendiendo a su ritmo y que es normal que sean impacientes. Eso y tener cuidado con nuestras propias prisas, porque ¿quién no se ha impacientado esperando a que el peque se termine ese yogur con el que lleva dos horas o quién no ha dicho el consabido “venga, que tenemos prisa” para sacar a nuestro chiquitín del ensimismamiento ante un escaparate de juguetes? Lo primero, pues, es aplicarse el cuento y demostrarle a nuestro hijo, con nuestra actitud, que esperar es parte de la vida.
Entretenerse hace más fácil la espera
Esperar es más difícil si uno no tiene nada que hacer mientras tanto. Pues bien, ayudar a nuestros pequeños a entretenerse en aquellos momentos en los que no queda más remedio que dejar pasar los minutos o las horas conseguirá que la percepción del tiempo transcurrido sea menor.
Aprender a medir el tiempo
Vale que todavía no tienen interiorizada la noción del tiempo, pero podemos ayudarles a entenderlo mejor con objetos externos. Un reloj de arena o de cocina o canciones pueden servirnos de medidor a la hora de fijar un momento determinado (un comienzo o un final de algo). Por ejemplo, “cuando suene el reloj de cocina sales del baño, lo he puesto en cinco minutos”.
Adoptar rutinas
A veces nuestros hijos se manejan mal con las esperas porque no tienen muy claro el orden de los acontecimientos en su día a día. Así, si conseguimos establecer unas rutinas predecibles, les será más sencillo manejarse con los tiempos que requieren las cosas.
En una conversación
Aprender a esperar el momento adecuado para intervenir en una conversación es cuestión de paciencia, pero también de manejo de algunas habilidades sociales. Por ejemplo, hay que aprender a detectar cuándo ha terminado una frase nuestro interlocutor (para no intervenir antes de tiempo), hay que pensar antes lo que vamos a decir y saber cómo hacer las indicaciones adecuadas para “pedir la vez”. En este sentido, es fundamental que establezcamos un código con nuestros hijos (verbal o no verbal, como levantar la mano o hacer un gesto) para que nos demos por enterados de su deseo de intervenir. Es nuestra labor señalar a continuación cuándo es el momento más adecuado para hacerlo, asegurándonos de que ha escuchado lo que hemos hablado (a veces, el deseo de contar algo “cierra” sus orejitas y no se enteran bien de lo que decimos).
En el médico
Si a la idea de un niño impaciente le sumamos la idea de un niño malito y unos papis que no han pegado ojo atendiendo vómitos, fiebres, mocos y llantos tenemos por delante uno de esos momentos “críticos” de la paternidad. Y es que en estas ocasiones, en las que al agobio de ver a nuestro peque malito se suma la prudencia de evitar que se relacione demasiado con los otros “enfermitos” (por evitar contagiar y contagiarse), solo podemos tirar de recursos propios para hacer más llevadera la espera. Si le preguntáramos a un padre o madre experimentados en infecciones infantiles y visitas al médico, lo primero que nos diría es que, antes de salir de casa, hay que preparar el “kit básico de espera médica”. A saber: móvil cargado con batería suficiente como para hablar con los hermanos o la abuelita, un par de libros de cuentos, una botellita de agua y, por supuesto, “muchas ganas de pasear” por los pasillos hasta que, por fin, nos toque a nosotros.
En la cola del supermercado
Hacer la compra con papi o mami puede ser muy divertido: ir en la silla del carro de la compra como si fuera en una carroza, ayudar a coger las cosas de los estantes y aprender los nombres de frutas y verduras. Pero cuando llega el momento de pagar, toda la alegría del trayecto se puede convertir en una pesadilla. Tenemos varios carros por delante y de repente el pequeño se hace pis, tiene hambre, sueño y un mal humor que no había hecho acto de presencia hasta ese momento. En estos casos la anticipación es la mejor tabla de salvación. Si sabemos que ir al supermercado con el peque puede acabar con la paz del día, es imprescindible salir de casa armados hasta los dientes con las mejores distracciones. Así, antes de que nuestro hijo entre en “modo desesperación”, hagamos un último esfuerzo y saquemos del bolso ese álbum de pegatinas o los muñecos o el reproductor de canciones con los cascos, que astutamente hemos guardado antes de salir de casa. Así estará entretenido y tu podrás guardar la compra y pagar tranquilamente.
Hasta aquí por hoy, esperamos que les haya servido.
¡¡Feliz Semana!! Muchos besotes, hasta la próxima semana.
Somos un centro educativo situado en la ciudad de Santander destinado a niños entre 0 y 3 años.Hasta 8 años en períodos vacacionales. Nuestra misión es Desarrollar las habilidades de los niños y niñas y hábitos de convivencia.Donde no faltará la creatividad, la imaginación , la libertad de desarrollarse de forma natural y espontánea.
Guardería Colorín Colorado

domingo, 26 de enero de 2014
domingo, 19 de enero de 2014
Decimos Adiós a la cuna...
¡¡¡Hola amigos!!! ¿Cómo están? ¿Qué tal el comienzo de semana? Esperamos que genial genial.Nosotros les traemos nueva entrada, con un tema que les interesa a muchos padres, esperamos poder ayudarlos un poquitito..
¿Empezamos?
Adiós a la cuna...
Pasar de la cuna a la cama es una etapa clave para cualquier niño. Este importante paso depende de la madurez y el tamaño del pequeño. Aunque no hay una edad concreta para hacer el cambio, los dos años son una época muy buena para que tu hijo estrene su nueva cama.
En la cama el niño tiene libertad para levantarse y desplazarse por la casa, mientras que en la cuna sus movimientos son más limitados. Antes de dar este paso debemos asegurarnos de que nuestro hijo tenga unos buenos hábitos de sueño. Siempre que la cuna sea segura para el peso y el tamaño del pequeño, no tienes ninguna prisa. Lo ideal es esperar a que lo demande el niño, lo que suele ocurrir a partir de los dos años.
Claves para un buen cambio
Si el niño empieza a escalar y saltar fuera de la cuna, te está haciendo saber que ha llegado el momento del cambio.
Al principio es interesante limitar la zona de su cama mediante unas barreras de seguridad o un sistema acústico que te avise si sale de su habitación. Los primeros días visítalo con frecuencia para que no se sienta encerrado.
La cama debe ser segura y amplia, no muy alta y sin esquinas salientes. Colócala lejos de ventanas y enchufes.
Cuando decidas que tu hijo tiene que ir a la cama, hazlo de un día para otro y transmítele tu alegría porque ya es mayor y, por tanto, merecedor de dormir en una cama. Ese día puedes organizar «la fiesta de la cama», en la que todos celebraremos el cambio y lo comentaremos con familiares y amigos.
Le vendrá bien participar en el desmontaje de su antigua cuna y el montaje de su nueva cama.
Si el niño es muy inquieto, antes de pasarle definitivamente a la cama puedes colocar su colchón en el suelo sobre un aislante. Así evitarás el riesgo de caídas y la necesidad de colocar barreras protectoras.
Lo fundamental para que un niño duerma bien es que se sienta seguro, tanto física como psicológicamente, y esa seguridad, en gran medida, se la transmiten sus padres.
Evita celos y resentimiento
No es buena idea hacer el cambio porque nazca un hermanito o para que este herede su cuna. Esta decisión podría generarle resentimiento y celos. Es mejor trasladarle antes de que nazca el bebé o esperar, si la cuna sigue siendo segura, hasta que él mismo quiera dormir en una cama, igual que los mayores
Esperamos que les haya servido de ayuda.Nos vemos la próxima semana con más cosas..
Muchos besotes, y..¡¡Feliz Semana!!
¿Empezamos?
Adiós a la cuna...
Pasar de la cuna a la cama es una etapa clave para cualquier niño. Este importante paso depende de la madurez y el tamaño del pequeño. Aunque no hay una edad concreta para hacer el cambio, los dos años son una época muy buena para que tu hijo estrene su nueva cama.
En la cama el niño tiene libertad para levantarse y desplazarse por la casa, mientras que en la cuna sus movimientos son más limitados. Antes de dar este paso debemos asegurarnos de que nuestro hijo tenga unos buenos hábitos de sueño. Siempre que la cuna sea segura para el peso y el tamaño del pequeño, no tienes ninguna prisa. Lo ideal es esperar a que lo demande el niño, lo que suele ocurrir a partir de los dos años.
Claves para un buen cambio
Si el niño empieza a escalar y saltar fuera de la cuna, te está haciendo saber que ha llegado el momento del cambio.
Al principio es interesante limitar la zona de su cama mediante unas barreras de seguridad o un sistema acústico que te avise si sale de su habitación. Los primeros días visítalo con frecuencia para que no se sienta encerrado.
La cama debe ser segura y amplia, no muy alta y sin esquinas salientes. Colócala lejos de ventanas y enchufes.
Cuando decidas que tu hijo tiene que ir a la cama, hazlo de un día para otro y transmítele tu alegría porque ya es mayor y, por tanto, merecedor de dormir en una cama. Ese día puedes organizar «la fiesta de la cama», en la que todos celebraremos el cambio y lo comentaremos con familiares y amigos.
Le vendrá bien participar en el desmontaje de su antigua cuna y el montaje de su nueva cama.
Si el niño es muy inquieto, antes de pasarle definitivamente a la cama puedes colocar su colchón en el suelo sobre un aislante. Así evitarás el riesgo de caídas y la necesidad de colocar barreras protectoras.
Lo fundamental para que un niño duerma bien es que se sienta seguro, tanto física como psicológicamente, y esa seguridad, en gran medida, se la transmiten sus padres.
Evita celos y resentimiento
No es buena idea hacer el cambio porque nazca un hermanito o para que este herede su cuna. Esta decisión podría generarle resentimiento y celos. Es mejor trasladarle antes de que nazca el bebé o esperar, si la cuna sigue siendo segura, hasta que él mismo quiera dormir en una cama, igual que los mayores
Esperamos que les haya servido de ayuda.Nos vemos la próxima semana con más cosas..
Muchos besotes, y..¡¡Feliz Semana!!
domingo, 12 de enero de 2014
Cada uno a su ritmo...
¡¡Hola amigos!! ¿Cómo están? ¿Qué tal el comienzo de la semana? Esperamos que genial.Nosotros un martes más estamos con todos ustedes.Hoy es un tema para los más pequeños, que muchas veces a los padres preocupa, ¿Cuándo comenzará a caminar? ¿Cuándo dejará el pañal?.Aquí la respuesta, de mano de la propia experiencia y de un experto:
Comenzamos...
Cuando casi habíamos olvidado la obsesión por los percentiles, época en la que el bienestar de nuestro bebé parece que se mide por lo que pesa, de pronto nos damos cuenta de que las presiones no han hecho más que empezar: tiene que andar, tiene que hablar, que dejar el pañal...
La alimentación con un año
Respira. No es una carrera. Cada uno lleva su ritmo. Al final, si no hay un problema médico que requiera tratamiento específico, todos van a hablar, a andar, a ir al baño y, por supuesto, a sonarse los mocos, así que... ¿por qué apresurar las cosas y agobiarlos con nuestras expectativas? La infancia pasa tan rápido que es mejor darles y darnos tiempo para saborear cada paso sin ansiedad y sin prisa. ¿Es muy hábil para sonarse la naricita, pero no dice ni “mu”? Es el momento de respetar al niño como es. Cada uno tiene su mérito, su gracia, su ritmo, sus preferencias. En especial, la etapa entre los 12 y los 24 meses es una fase crucial en que los pequeños van a aprender muchas cosas y van a experimentar grandes cambios, queramos o no. Necesitan, además, dominar una etapa antes de empezar con la siguiente. Cada pequeño logro tiene un gran significado para el niño, sobre todo, si lo ha conseguido solo. “Nunca olvidaré la cara de satisfacción de Guzmán un día en un jardín, cuando empezó a ponerse de pie sin ayuda. Solo duraba unos segundos y se volvía a caer y lo volvía a intentar”, nos cuenta Laura. Del mismo modo, el niño gana confianza y su autoestima se fortalece cuando comprueba que sabe nombrar cada vez más objetos o cuando le dejamos la cuchara para que coma solo, aunque se manche.
Nuestro apoyo es fundamental
Y es que es una etapa clave en el desarrollo de su autonomía y su identidad. Por eso es un momento muy delicado, en el que la actuación del adulto marcará la diferencia entre que el niño se sienta orgulloso de sí mismo o frustrado e inútil. Volvamos al caso de la comida: ¿qué mensaje prefieres darle? ¿Que lo ha manchado todo y es un desastre? ¿O que estás muy contenta porque está aprendiendo a hacerlo como los mayores? Ten en cuenta que, como explica la pedagoga María Indiano, “el niño entiende las consecuencias de sus acciones mediante la experimentación y el método de ensayo-error”. La diferencia es esencial, si queremos que se sienta seguro de sus logros.
Sin prisa para quitarle el pañal
Conviene tener en cuenta que es fácil que lo que el pequeño quiere conseguir no esté todavía en consonancia con sus habilidades y que se sienta frustrado. Bastante se exigen ellos a sí mismos como para que los sobrecarguemos con nuestra propia ansiedad. Por ejemplo, hacia los dos años empiezan a sentirse incómodos con los pañales sucios y muestran interés por usar el orinal o el váter. Sin embargo, presionarle para que lo haga cuando no está preparado no haría más que empeorarlo. Por no hablar de regañarle si se hace pis encima... Quitarle el pañal antes de tiempo solo acarrea frustración, para el niño, para la madre y para la vecina que os invita a merendar y acaba con la alfombra mojada. Por suerte para la hija de Paula, fue como un juego. “Empecé a probar a llevarla sin pañal cuando vi que me pedía hacer pis y llevaba varias noches sin mojarlo. Pusimos el orinal en su alfombra, con sus juguetes, y le encantaba. Lo llamaba “la mariquita”, porque tenía lunares y carita. Enseguida empezó a sentarse sola, sin avisar, y venía orgullosa a llamarme cuando había hecho caca o pis”.
Sin embargo, la experiencia de Lourdes fue bastante diferente: “Alrededor de los 2 años, a Aarón siempre lo sacaba a la calle con pañal para evitar sorpresas. Al principio, él empezó a pedirme con insistencia hacer pis o caca, era muy escrupuloso y no le gustaba hacerlo en el pañal. Sin embargo, por comodidad mía o porque era más fácil así, yo le “obligaba” a hacerlo en el pañal, para acabar antes y no tener que buscar un sitio adecuado. Creo que ahí metí la pata porque luego, cuando me lo pidieron en la escuela infantil, me resultó muy difícil conseguir que fuera al baño y tardó bastante más que la mayoría de sus compañeros en independizarse del pañal. Me parece que no supe aprovechar su momento”, confiesa Lourdes. Y es que de eso se trata, de saber escuchar al pequeño y facilitarle su aprendizaje, respetando su proceso.
Sus primeras palabras
Esta etapa se caracteriza por el desarrollo de su psicomotricidad y sus habilidades sociales, incluido el lenguaje. Alrededor del año empiezan a dar sus primeros pasos y gatear, apunta el médico puericultor José Luis León Aguado, haciendo hincapié en que “empiezan”. “Tiene que andar cuando esté preparado”, insiste el experto. De la misma forma, cerca de los 2 años «empieza» a hablar, con bisílabos, frases fáciles. Y, entre medias, va comiendo solo, se mueve con coordinación, sube escalones, puede apilar cubos y bloques. También va perfeccionando sus habilidades sociales. Se relaciona con otros niños y usa el “no” con frecuencia, balbucea, pronuncia monosílabos, nombra e imita a las personas con las que convive.
Por tanto, el doctor León Aguado no ve necesaria la estimulación temprana; solo la recomienda “si se encuentra un motivo neurológico para el retraso”. ¿Cuándo deberíamos preocuparnos? “Si no sigue con la mirada o no interacciona, si no se mueve, ni nada con 12 meses, si no sonríe, si no mira cuando le hablas”, apunta el médico.
Fuente: Ser Padres.
Esperamos que les haya servido de ayuda.Les deseamos una muy feliz semana!! Hasta el próximo martes con más cosas :) Besotes y abrazos de oso
Comenzamos...
Cuando casi habíamos olvidado la obsesión por los percentiles, época en la que el bienestar de nuestro bebé parece que se mide por lo que pesa, de pronto nos damos cuenta de que las presiones no han hecho más que empezar: tiene que andar, tiene que hablar, que dejar el pañal...
La alimentación con un año
Respira. No es una carrera. Cada uno lleva su ritmo. Al final, si no hay un problema médico que requiera tratamiento específico, todos van a hablar, a andar, a ir al baño y, por supuesto, a sonarse los mocos, así que... ¿por qué apresurar las cosas y agobiarlos con nuestras expectativas? La infancia pasa tan rápido que es mejor darles y darnos tiempo para saborear cada paso sin ansiedad y sin prisa. ¿Es muy hábil para sonarse la naricita, pero no dice ni “mu”? Es el momento de respetar al niño como es. Cada uno tiene su mérito, su gracia, su ritmo, sus preferencias. En especial, la etapa entre los 12 y los 24 meses es una fase crucial en que los pequeños van a aprender muchas cosas y van a experimentar grandes cambios, queramos o no. Necesitan, además, dominar una etapa antes de empezar con la siguiente. Cada pequeño logro tiene un gran significado para el niño, sobre todo, si lo ha conseguido solo. “Nunca olvidaré la cara de satisfacción de Guzmán un día en un jardín, cuando empezó a ponerse de pie sin ayuda. Solo duraba unos segundos y se volvía a caer y lo volvía a intentar”, nos cuenta Laura. Del mismo modo, el niño gana confianza y su autoestima se fortalece cuando comprueba que sabe nombrar cada vez más objetos o cuando le dejamos la cuchara para que coma solo, aunque se manche.
Nuestro apoyo es fundamental
Y es que es una etapa clave en el desarrollo de su autonomía y su identidad. Por eso es un momento muy delicado, en el que la actuación del adulto marcará la diferencia entre que el niño se sienta orgulloso de sí mismo o frustrado e inútil. Volvamos al caso de la comida: ¿qué mensaje prefieres darle? ¿Que lo ha manchado todo y es un desastre? ¿O que estás muy contenta porque está aprendiendo a hacerlo como los mayores? Ten en cuenta que, como explica la pedagoga María Indiano, “el niño entiende las consecuencias de sus acciones mediante la experimentación y el método de ensayo-error”. La diferencia es esencial, si queremos que se sienta seguro de sus logros.
Sin prisa para quitarle el pañal
Conviene tener en cuenta que es fácil que lo que el pequeño quiere conseguir no esté todavía en consonancia con sus habilidades y que se sienta frustrado. Bastante se exigen ellos a sí mismos como para que los sobrecarguemos con nuestra propia ansiedad. Por ejemplo, hacia los dos años empiezan a sentirse incómodos con los pañales sucios y muestran interés por usar el orinal o el váter. Sin embargo, presionarle para que lo haga cuando no está preparado no haría más que empeorarlo. Por no hablar de regañarle si se hace pis encima... Quitarle el pañal antes de tiempo solo acarrea frustración, para el niño, para la madre y para la vecina que os invita a merendar y acaba con la alfombra mojada. Por suerte para la hija de Paula, fue como un juego. “Empecé a probar a llevarla sin pañal cuando vi que me pedía hacer pis y llevaba varias noches sin mojarlo. Pusimos el orinal en su alfombra, con sus juguetes, y le encantaba. Lo llamaba “la mariquita”, porque tenía lunares y carita. Enseguida empezó a sentarse sola, sin avisar, y venía orgullosa a llamarme cuando había hecho caca o pis”.
Sin embargo, la experiencia de Lourdes fue bastante diferente: “Alrededor de los 2 años, a Aarón siempre lo sacaba a la calle con pañal para evitar sorpresas. Al principio, él empezó a pedirme con insistencia hacer pis o caca, era muy escrupuloso y no le gustaba hacerlo en el pañal. Sin embargo, por comodidad mía o porque era más fácil así, yo le “obligaba” a hacerlo en el pañal, para acabar antes y no tener que buscar un sitio adecuado. Creo que ahí metí la pata porque luego, cuando me lo pidieron en la escuela infantil, me resultó muy difícil conseguir que fuera al baño y tardó bastante más que la mayoría de sus compañeros en independizarse del pañal. Me parece que no supe aprovechar su momento”, confiesa Lourdes. Y es que de eso se trata, de saber escuchar al pequeño y facilitarle su aprendizaje, respetando su proceso.
Sus primeras palabras
Esta etapa se caracteriza por el desarrollo de su psicomotricidad y sus habilidades sociales, incluido el lenguaje. Alrededor del año empiezan a dar sus primeros pasos y gatear, apunta el médico puericultor José Luis León Aguado, haciendo hincapié en que “empiezan”. “Tiene que andar cuando esté preparado”, insiste el experto. De la misma forma, cerca de los 2 años «empieza» a hablar, con bisílabos, frases fáciles. Y, entre medias, va comiendo solo, se mueve con coordinación, sube escalones, puede apilar cubos y bloques. También va perfeccionando sus habilidades sociales. Se relaciona con otros niños y usa el “no” con frecuencia, balbucea, pronuncia monosílabos, nombra e imita a las personas con las que convive.
Por tanto, el doctor León Aguado no ve necesaria la estimulación temprana; solo la recomienda “si se encuentra un motivo neurológico para el retraso”. ¿Cuándo deberíamos preocuparnos? “Si no sigue con la mirada o no interacciona, si no se mueve, ni nada con 12 meses, si no sonríe, si no mira cuando le hablas”, apunta el médico.
Fuente: Ser Padres.
Esperamos que les haya servido de ayuda.Les deseamos una muy feliz semana!! Hasta el próximo martes con más cosas :) Besotes y abrazos de oso
martes, 7 de enero de 2014
¿Cuándo empiezan a hablar los niños?
¡¡¡Hola amigos!!! ¿Cómo están? Esperamos que genial.Esta es nuestro primer post del 2014 ( ¡qué alegría!).
La entrada de hoy, habla sobre cuándo empiezan a hablar los niños, un tema que muchas veces preocupa a los padres...
¿Empezamos?
Las niñas aprenden a hablar antes que los niños
Las niñas tienen menos problemas de lenguaje
Elías tiene un año y medio y es un típico representante del sexo masculino: no habla mucho. Mamá, papá, agua, este vocabulario representa el total de sus recursos de conversación. Pero entiende mucho más. Cuando le pides que traiga el martillo y el destornillador, coge las herramientas correctas sin dudar un momento. Si se lo dices, también apaga la radio o la televisión. Sabe ladrar en tres tonos diferentes e imitar a la perfección el canto del cuervo. ¿Hablar? ¡No es precisamente lo que más le llama!
Las mujeres hablan, los hombres callan. Aunque suena a estereotipos anticuados, este en concreto vale incluso para los peques. Según las estadísticas, las niñas aprenden a hablar antes y muestran más disposición para conversar que los chicos. Ellos necesitan un par de semanas, a veces incluso meses, más para pronunciar las primeras palabras de manera fluida. Y esto es una pauta que sigue en el desarrollo posterior. Las niñas no solo empiezan a hablar antes, sino que también tienen menos problemas en todo el desarrollo de habla.
Llorar es el primer medio de comunicación
Muy pronto comprende que cuando llora, mamá y papá llegan en su ayuda.
El primer llanto es el principio de toda comunicación. El recién nacido se quiere hacer escuchar: "Hola, ¿hay alguien allí? ¡Tengo hambre!"
Rápidamente entiende que cuando habla (es decir llora), mamá y papá vienen a socorrerle. Paulatinamente el diálogo se vuelve más sofisticado: un llanto agudo, un refunfuñar cabreado, unos maullidos bajitos, un primer balbuceo, una sonrisa cautelosa. Un programa de comunicación que es igual en los bebés de todo el mundo.
Durante los primeros meses, un bebé chino no suena diferente a uno europeo. Solo poco a poco el balbuceo se vuelve claramente español, alemán, francés, finlandés o chino. Lo que los padres escuchan a partir del segundo mes se llama la primera fase de balbuceo y consiste en que su bebé intenta investigar lo que puede hacer con su boca más allá de chupar y babear. Y entonces forma sonidos como por ejemplo "goo", "grr", "ej". Al bebé le motivan las puras ganas de experimentar: ¿qué sonidos salen si enrollo la lengua? ¿Y qué pasa si resoplo y redondeo los labios?
Empieza la comunicación
A partir de los cuatro meses, los bebés empiezan a comprender el lenguaje.
A partir de los cuatro meses, los peques aún no se saben expresar con más claridad pero empiezan ahora a comprender las melodías del habla. Reconocen si papá está alegre o triste y saben cuando alguien les habla en su idioma materno.
Escuchar bien es un requisito importante para la segunda fase del balbuceo que empieza apróximadamente a los seis meses. También en ésta producen todo tipo de sonidos, pero sólo parecen arbitrarios. Los bebés comparan lo que producen con lo que escuchan. Y ciertos sonidos quedan entonces descartados.
Entre el noveno y el duodécimo mes llega una fase extraordinariamente divertida. Los bebés empiezan a duplicar sílabas: ma-ma-ma, pa-pa-pa, gugu. Y el mejor fomento en esta etapa del desarrollo del habla es el llamado contacto visual triangular. El bebé juega con la pelota, la mira y luego mira a mamá. Y esto significa: "Dime por favor cómo se llama esta cosa". Los peques quieren escuchar hablar a los mayores, quieren saber algo sobre el mundo en el que viven. Es un paso importante hacia la comunicación consciente.
La primera palabra
Una vez superarda la primera palabra, el desarrollo del lenguaje va muy deprisa.
Alrededor del primer cumpleaños ha llegado el momento esperado. El bebé recompensa a sus padres con su primera palabra. Siendo una niña de ciudad, Teresa ha vuelto tan fascinada de las vacaciones en una granja que saluda desde entonces a todos los seres de dos o cuatro patas con un "Muu-uh" alegre. Pablo, el niño eternamente hambriento, se decide por su alimento favorito. Su primera palabra es "late" (chocolate).
Una vez superada la pronunciación de la primera palabra, el desarrollo del lenguaje parece vivir una auténtica explosión. El peque empieza a coleccionar palabras. Mamá, papá, agua, guau-guau, imita lo que se le dice. Ha aprendido a pasar las páginas en los libros y no para de traernos libros de estampas, señala los dibujos y nos mira atentamente: ¡Quiero saber lo que es esto!
¿Pero a partir de cuándo un niño debería saber diferenciar con seguridad un perro de un gato –hablando simplemente en términos del idioma-? ¿Y por qué el niño del vecino, más pequeño que el nuestro, habla por los codos mientras nuestro hijo guarda un silencio preocupante? La gran minoría de los niños realiza su desarrollo dentro del programa estándar.
La realidad es que existen genios linguísticos que saben sus primeras tres palabras a los diez, once meses, los que menos prisa tienen llegan a tener 21 meses antes de hacer lo mismo. Algunos niños usan cada pocos días una palabra nueva. Otros memorizan las nuevas palabras. Durante semanas no pasa nada y después sueltan toda una cascada de palabras.
Las diferencias en el desarrollo del idioma son perfectamente normales. Aún así, cuando los padres tienen dudas, pueden acudir al pediatra o al logopeda para que valore al niño. Hablar bien es de una importancia enorme para los niños. El mundo se abre gracias al idioma. Quien habla bien, además hace más fácilmente amigos.
Elías ha hecho progresos durante el último mes. Aparte de voces de animales ha ampliado su repertorio con ruidos de herramientas. Sabe imitar a un destornillador eléctrico. Y en su vocabulario se encuentran ahora "brumm" y "coche".
Hablar por hablar
Lo que los padres pueden hacer para fomentar las ganas de hablar de su hijo:
La entrada de hoy, habla sobre cuándo empiezan a hablar los niños, un tema que muchas veces preocupa a los padres...
¿Empezamos?
Las niñas aprenden a hablar antes que los niños
Las niñas tienen menos problemas de lenguaje
Elías tiene un año y medio y es un típico representante del sexo masculino: no habla mucho. Mamá, papá, agua, este vocabulario representa el total de sus recursos de conversación. Pero entiende mucho más. Cuando le pides que traiga el martillo y el destornillador, coge las herramientas correctas sin dudar un momento. Si se lo dices, también apaga la radio o la televisión. Sabe ladrar en tres tonos diferentes e imitar a la perfección el canto del cuervo. ¿Hablar? ¡No es precisamente lo que más le llama!
Las mujeres hablan, los hombres callan. Aunque suena a estereotipos anticuados, este en concreto vale incluso para los peques. Según las estadísticas, las niñas aprenden a hablar antes y muestran más disposición para conversar que los chicos. Ellos necesitan un par de semanas, a veces incluso meses, más para pronunciar las primeras palabras de manera fluida. Y esto es una pauta que sigue en el desarrollo posterior. Las niñas no solo empiezan a hablar antes, sino que también tienen menos problemas en todo el desarrollo de habla.
Llorar es el primer medio de comunicación
Muy pronto comprende que cuando llora, mamá y papá llegan en su ayuda.
El primer llanto es el principio de toda comunicación. El recién nacido se quiere hacer escuchar: "Hola, ¿hay alguien allí? ¡Tengo hambre!"
Rápidamente entiende que cuando habla (es decir llora), mamá y papá vienen a socorrerle. Paulatinamente el diálogo se vuelve más sofisticado: un llanto agudo, un refunfuñar cabreado, unos maullidos bajitos, un primer balbuceo, una sonrisa cautelosa. Un programa de comunicación que es igual en los bebés de todo el mundo.
Durante los primeros meses, un bebé chino no suena diferente a uno europeo. Solo poco a poco el balbuceo se vuelve claramente español, alemán, francés, finlandés o chino. Lo que los padres escuchan a partir del segundo mes se llama la primera fase de balbuceo y consiste en que su bebé intenta investigar lo que puede hacer con su boca más allá de chupar y babear. Y entonces forma sonidos como por ejemplo "goo", "grr", "ej". Al bebé le motivan las puras ganas de experimentar: ¿qué sonidos salen si enrollo la lengua? ¿Y qué pasa si resoplo y redondeo los labios?
Empieza la comunicación
A partir de los cuatro meses, los bebés empiezan a comprender el lenguaje.
A partir de los cuatro meses, los peques aún no se saben expresar con más claridad pero empiezan ahora a comprender las melodías del habla. Reconocen si papá está alegre o triste y saben cuando alguien les habla en su idioma materno.
Escuchar bien es un requisito importante para la segunda fase del balbuceo que empieza apróximadamente a los seis meses. También en ésta producen todo tipo de sonidos, pero sólo parecen arbitrarios. Los bebés comparan lo que producen con lo que escuchan. Y ciertos sonidos quedan entonces descartados.
Entre el noveno y el duodécimo mes llega una fase extraordinariamente divertida. Los bebés empiezan a duplicar sílabas: ma-ma-ma, pa-pa-pa, gugu. Y el mejor fomento en esta etapa del desarrollo del habla es el llamado contacto visual triangular. El bebé juega con la pelota, la mira y luego mira a mamá. Y esto significa: "Dime por favor cómo se llama esta cosa". Los peques quieren escuchar hablar a los mayores, quieren saber algo sobre el mundo en el que viven. Es un paso importante hacia la comunicación consciente.
La primera palabra
Una vez superarda la primera palabra, el desarrollo del lenguaje va muy deprisa.
Alrededor del primer cumpleaños ha llegado el momento esperado. El bebé recompensa a sus padres con su primera palabra. Siendo una niña de ciudad, Teresa ha vuelto tan fascinada de las vacaciones en una granja que saluda desde entonces a todos los seres de dos o cuatro patas con un "Muu-uh" alegre. Pablo, el niño eternamente hambriento, se decide por su alimento favorito. Su primera palabra es "late" (chocolate).
Una vez superada la pronunciación de la primera palabra, el desarrollo del lenguaje parece vivir una auténtica explosión. El peque empieza a coleccionar palabras. Mamá, papá, agua, guau-guau, imita lo que se le dice. Ha aprendido a pasar las páginas en los libros y no para de traernos libros de estampas, señala los dibujos y nos mira atentamente: ¡Quiero saber lo que es esto!
¿Pero a partir de cuándo un niño debería saber diferenciar con seguridad un perro de un gato –hablando simplemente en términos del idioma-? ¿Y por qué el niño del vecino, más pequeño que el nuestro, habla por los codos mientras nuestro hijo guarda un silencio preocupante? La gran minoría de los niños realiza su desarrollo dentro del programa estándar.
La realidad es que existen genios linguísticos que saben sus primeras tres palabras a los diez, once meses, los que menos prisa tienen llegan a tener 21 meses antes de hacer lo mismo. Algunos niños usan cada pocos días una palabra nueva. Otros memorizan las nuevas palabras. Durante semanas no pasa nada y después sueltan toda una cascada de palabras.
Las diferencias en el desarrollo del idioma son perfectamente normales. Aún así, cuando los padres tienen dudas, pueden acudir al pediatra o al logopeda para que valore al niño. Hablar bien es de una importancia enorme para los niños. El mundo se abre gracias al idioma. Quien habla bien, además hace más fácilmente amigos.
Elías ha hecho progresos durante el último mes. Aparte de voces de animales ha ampliado su repertorio con ruidos de herramientas. Sabe imitar a un destornillador eléctrico. Y en su vocabulario se encuentran ahora "brumm" y "coche".
Hablar por hablar
Lo que los padres pueden hacer para fomentar las ganas de hablar de su hijo:
- Hablar mucho. Claro que puedes cambiar los pañales a tu bebé sin abrir la boca, pero es una oportunidad excelente para explicarle el mundo: "¡Mira, este es tu ombligo!". "¡Mira cómo se mueve el móvil cuando soplamos!" Evidentemente los bebés aún no captan el significado de las palabras. Pero existen dos argumentos importantes a favor de hablar con el bebé. Primero, los bebés se sienten a gusto con el sonido de la voz de mamá. Segundo, al principio aprenden sobre todo escuchando.
- Responder. Bu-bu-bu, ga-ga-ga. En cuanto el bebé empiece a producir sonidos, se convierte en un interlocutor a tomar en cuenta. Se alegra cuando los mayores imitan sus sonidos a modo de respuesta y se esforzará a su vez con las palabras de mamá y papá.
- Escuchar. Hablar solamente tiene sentido cuando sientes que alguien te escucha con interés. Independientemente si un niño de un año practica una nueva palabra o el de tres cuenta por séptima vez su encuentro con el camión de la basura. Escuchar significa tomarse tiempo y mirar el niño mientras habla. Si no es el momento, lo mejor es explicárselo: "Tiendo la ropa, luego nos tomamos un colacao y me cuentas lo que me quieres decir sin prisas".
- Leer en voz alta. Los libros son fantásticos, incluso para los más pequeños. Se pueden morder las esquinas, tirar de las páginas y en algún momento también mirar las imágenes. Mientras más pequeño el niño, más simples han de ser las ilustraciones: una pelota, un coche, un oso.
- Cantar. El idioma es información, pero también melodia y ritmo. Ambas cosas aprenden los principiantes fácilmente con canciones, poemas y juegos con los dedos.
- Jamás corregirle directamente. "Abuela ido casa". Está claro lo que quiere decir el peque con esta frase. Y merece su reconocimiento. En vez de corregir a tu hijo, repite la frase en su versión correcta: "Sí, es verdad, la abuela ha ido a su casa".
Hasta aquí por hoy, esperamos que les haya servido de ayuda.
Nos vemos la próxima semana con más cosas,Muchos besotes... ¡¡Feliz Semana Colorines!!!
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